jueves, 12 de mayo de 2016

Marco Teórico La Ilustración Hispanoamericana

INTEGRANTES

STEPHANNIE VILLAMIL
JUANA CRUZ
TANIA MONJE
NATALIA PERILLA
VANESA QUINTERO
GERALDINE RIPE
ALEJANDRO VALDÉS
JUAN PABLO GALLEGO
JUAN VALBUENA
RONALD VENCE MARQUEZ


I.                    Antecedentes de la Ilustracion
¿Qué deja el barroco para recibir la ilustración?
El barroco fue un periodo de la historia occidental por una nueva forma de concebir el arte, produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc.
También se dió en numerosas colonias de la potencias principalmente en Latinoamérica. Cronológicamente abarcó todo el siglo XVII y principios del XVIII con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo del país.
En este siglo XVII en que aparece el movimiento barroco se intensifican los tipos que ya venían dándose en el renacimiento.
La literatura del siglo XVI se expresaba en un estilo sereno y de equilibrio, el barroco del siglo XVII viene a desestabilizar esa serenidad y diversas fuerzas entran en conflicto.
CARACTERÍSTICAS DEL BARROCO:
1.       Fue decisiva la presencia de una tradición artística precolombina que influyó en la creación de un estilo particular.
2.       Objetos llegados de Asia sirvieron también como fuente de inspiración.
3.       Los rasgos básicos del estilo barroco se transmitieron a América fundamentalmente por medio de la enseñanza de los religiosos.
4.       Crearon un lenguaje plástico propio de cada una de las regiones americanas.
5.       Importancia de las fachadas y los interiores de los edificios.
6.       Rica decoración de las fachadas y los interiores de los edificios.
ASPECTOS POLÍTICOS
El Barroco vino a ser la revancha del poder político sobre el financiero. Sin duda los mas sólidamente establecidos de su tiempo, relevaron definitivamente en el mecenazgo artístico, de la misma manera que lo había hecho en épocas anteriores.
AUTORES DEL BARROCO
Sor Juana Inéz de la Cruz (San Miguel Nepantla, México 12/11/1648 o 1651). Aprendió todo cuanto era conocido en su época, leyó a los clásicos griegos y romanos y la teología del momento. Era tanto el deseo de aprender, que le propuso a su madre disfrazarse de hombre para asistir a la universidad, según ella misma. Escribió por encargo de la corte de Madrid tres autosacramentales, hablaban sobre el descubrimiento, la conquista y la evangelización de América; entre ellos destaca el Divino Narciso, nombrado así en alusión a los autos de Pedro Calderón de la Barca.
La Sentencia del Justo

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
 el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano.

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.


Sor Juana Inés de la Cruz
El barroco marca una etapa en la cual su principal finalidad era la perfección y deja como legado un estilo realista y al mismo tiempo gracioso para dar continuidad a la nueva era de la ilustración.


II.                  Política en la ilustración.
¿PORQUÉ EL DESPOTISMO ILUSTRADO FUE TAN INFLUYENTE COMO FORMA DE GOBIERNO?
El concepto de despotismo ilustrado está vinculado al abuso de poder, ya sea moral o físico, imponiendo el uso de la fuerza, en el trato con determinado grupo de personas. Esto suele estar vinculado con una clase de gobierno que le pertenece el poder absoluto y sus acciones no las limitará ningún tipo de ley.
Luis XV re de Francia, Carlos III rey de España, Catalina II en Rusia y José II coo rey de Austria; fueron algunos gobernantes que usaron el despotismo Ilustrado como forma de gobierno, ellos promovieron el cambio de monarquía con el fin de centralizar la administración pública, la actualización de la economía, el incremento del comercio, el incremento de la agricultura y de la industria y la intervención del clero en algunos aspectos políticos.
Durante el siglo XVII, el absolutismo fue el régimen político más extendido; este sistema permaneció hasta el siglo XVIII aunque reformó la manera de implementarse. De esta forma surgió el despotismo ilustrado
Si se busca el Significado exacto del dicho concepto encontraremos que se caracterizó por la utilización de la ideología ilustrada por parte de las leyes absolutas para mantener su absolutismo.
Los monarcas que gobernaron en este movimiento recibieron el nombre de déspotas ilustrados, y es importante señalar que eran reyes que dirigían a sus naciones con poder absoluto. De hecho, la mayoría de los reyes tomaron ciertas ideas de la ilustración, aquellas ideas que les eran convenientes para que los ayudara a mantener el poder.
De esta forma se convierte en una forma de gobierno absoluta, que pretende llevar algunas ideas de la ilustración en sí, de una u otra forma fue impuesto a la fuerza, pero, tuvo repercusiones políticas, económicas, filosóficas, científicas y sociales concretas, durante el siglo XVIII.
Algunas de las ideologías que representaban la luz como la razón y que la razón iba a iluminar todos los siglos de oscuridad que había impuesto la iglesia católica, oscuridad que mostraba lo cruel que podía ser una iglesia si no aceptabas su fé; condenas, torturas y asesinatos eran el pan de cada día para todos aquellos que protestaran, para todos aquellos que levantaran la voz en contra del clero.
Características de la ilustración:
1.       Se preocuparon del progreso científico de los pueblos.
2.       Se propusieron cambiar el orden social que fue establecido en otro orden más liberal, más humano.
3.       Se establecieron una serie de principios filosóficos, como la igualdad, la libertad y fraternidad entre los hombres.
4.       Se hicieron grandes reformas administrativas; crearon academias de ciencias y letras, reformaron la enseñanza y modernizaron la economía y el comercio, pero sin democratizar la administración, controlada despóticamente por los monarcas.
Como consecuencia de la ilustración; algunos monarcas europeos intentaron hacer compatible el principio de autoridad del absolutismo con la idea de progreso de la ilustración y se preocuparon por llevar al pueblo los adelantos de las ciencias con la consigna de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
III.                Obras y autores
Narrativo.
El Arcano de la Quina
El arcano de la quina es una obra del médico, botánico y científico José Celestino Mutis, el cual quedo fascinado por los usos medicinales que tiene esta planta.
La quina es una planta originaria de la selva amazónica, sirve como analgésico y antiséptico, además, sirve para aliviar la fiebre, es un importante descubrimiento botánico pues abre las puertas, al igual que otros avances del renacimiento y la ilustración en la medicina moderna, esto fue lo que fascinó al doctor José Mutis.
Entonces, ¿Qué tiene que ver esta obra en la ilustración o el siglo de las luces?.
Te invito a que leas este texto, con el fin de que conozcas una respuesta basada en esta obra: “El Arcano de la Quina”, obra póstuma de Jose Celestino Mutis, veremos un completo punto de vista analizando lo que éste Botánico acerca de su época.
En primer lugar, esta obra, al ser de un autor detallista como obviamente tienen que ser los científicos, que muestran con claridad algunos aspectos sociales que habían en este siglo de las luces, por ejemplo, en la “parte primera” de este libro, en la primera viñeta en el segundo párrafo, se nos menciona “feliz humanidad socorrida en nuestro siglo por el patriotismo de profesores beneméritos”, podemos notar pues, que la primera palabra subrayada destaca el origen del patriotismo y el nacionalismo, ese sentimiento de amor a la patria que empezaba a reinar en la sociedad. Además, en el siguiente párrafo nos menciona: “indicada y bien probada, después de pocos años de su feliz descubrimiento”, esta última expresión, puede dar a entender el hambre de conocimiento que sentía la sociedad, se puede resaltar que, como en ese tiempo eran común las enfermedades graves, que hoy día son tratables, lo mas probable es que el doctor estuviera contento con ese descubrimiento para bien de los enfermos y, probablemente, de él mismo, cosa que podemos afirmar dos párrafos más adelante donde habla de “crueles azotes de epidemias”.
Al final de la segunda viñeta, en la “parte primera”, podemos ver que desde aspectos políticos, los gobernantes anteriores habían usado gobiernos que los actuales o bien los negaban, o bien, los aborrecían, puesto que habían cometido errores mayúsculos, que habían marcado la sociedad, fomentando en ellos ese deseo de uno distinto y auténtico, por ejemplo, Carlos Marx, el cual formuló un tipo de sociedad el cual repartía equitativamente, claro que esto pueden ser avances económicos que aparecían junto a las nuevas ideologías de la época, que pudimos destacar anteriormente, ese nuevo conocimiento marcaría ese siglo.
En la viñeta número 5, se nos cita de “otras circunstancias”, esto puede ser indicio de que la sociedad estaba perturbada, según el contexto de la viñeta, y, al estar en plena ilustración, los americanos y los propios europeos estuvieran al tanto de todo para intentar evitar cualquier tipo de estrago en su sociedad, y la parte política estaba influenciada por eso, en realidad la obra hace énfasis en lo antes dicho.
Con lo poco que analizamos de esta primera parte del libro El Arcano de la Quina, el doctor José Celestino Mutis, intencionalmente o no, nos da puerta abierta a todo lo que se refería la ilustración, qué pensaban los contemporáneos, qué sentían, y ésta, al igual que muchas otras obras de la época, tal vez ensayos, novelas, cuentos, poesía o dramas, nos dan un vistazo general de la ilustración hispanoamericana, así es que esta obra tiene que ver con el pensamiento illustrado, con el pensamiento del siglo de las luces.
¿Cómo el poema El Anuco de Andrés Bello Refleja los contextos políticos y sociales en la literatura de la Ilustración?
Irrite la codicia
por rumbos ignorados
a la sonante Tetis
y bramadores austros;
el pino que habitaba
del Betis fortunado
las márgenes amenas
vestidas de amaranto,
impunemente admire
los deliciosos campos
del Ganges caudaloso,
de aromas coronado.
POLITICO: Habla sobre la codicia que las autoridades españolas que procedían con una explotación más sistemática y profunda de las colonias, en diversas regiones de América, u como se vestían las personas según su clase y su organización política

Tú, verde y apacible
ribera del Anauco,
para mí más alegre,
que los bosques idalios
y las vegas hermosas
de la plácida Pafos,
resonarás continuo
con mis humildes cantos;
y cuando ya mi sombra
sobre el funesto barco
visite del Erebo
los valles solitarios,
en tus umbrías selvas
y retirados antros
erraré cual un día,
tal vez abandonando
la silenciosa margen
de los estigios lagos.

La turba dolorida
de los pueblos cercanos
evocará mis manes
con lastimero llanto;
y ante la triste tumba,
de funerales ramos
vestida, y olorosa
con perfumes indianos,
dirá llorando Filis:
«Aquí descansa Fabio» .
SOCIAL: Esta estrofa nos habla de cómo en Hispanoamérica estaban organizadas las familias y los pueblos, algunos en esa época eran de la alta sociedad como por ejemplo la nobleza y de últimas van los criollos que eran muy pobres.
¡Mil veces venturoso!
Pero, tú, desdichado,
por bárbaras naciones
lejos del clima patrio
débilmente vaciles
al peso de los años.
Devoren tu cadáver
los canes sanguinarios
que apacienta Caribdis
en sus rudos peñascos;
ni aplaque tus cenizas
con ayes lastimados
la pérfida consorte
ceñida de otros brazos.






El Café – Leandro Fernando de Moratín
PERSONAJES

DON ELEUTERIO.
DON PEDRO.
DOÑA AGUSTINA.
DON ANTONIO.
DOÑA MARIQUITA.
DON SERAPIO.
DON HERMÓGENES.
PIPÍ.

La escena es en un café de Madrid, inmediato a un teatro.
   
El teatro representa una sala con mesas, sillas y aparador de café; en el foro, una puerta con escalera a la habitación principal, y otra puerta a un lado, que da paso a la calle.
   
La acción empieza a las cuatro de la tarde y acaba a las seis



Acto I

Escena III

DON SERAPIO, DON ELEUTERIO, DON PEDRO, DON ANTONIO, PIPÍ. 
DON SERAPIO.-  ¡Pero, hombre, dejarnos así!  (Bajando la escalera, salen por la puerta del foro.) 
DON ELEUTERIO.-  Si se lo he dicho a usted ya. La tonadilla que han puesto a mi función no vale nada, la van a silbar, y quiero concluir esta mía para que la canten mañana.
DON SERAPIO.-  ¿Mañana? ¿Conque mañana se ha de cantar, y aún no están hechas ni letra ni música?
DON ELEUTERIO.-  Y aun esta tarde pudieran cantarla, si usted me apura. ¿Qué dificultad? Ocho o diez versos de introducción, diciendo que callen y atiendan, y chitito. Después unas cuantas coplillas del mercader que hurta, el peluquero que lleva papeles, la niña que está opilada, el cadete que se baldó en el portal; cuatro equivoquillos, etc., y luego se concluye con seguidillas de la tempestad, el canario, la pastorcilla y el arroyito. La música ya se sabe cuál ha de ser: la que se pone en todas; se añade o se quita un par de gorgoritos, y estamos al cabo de la calle.
DON SERAPIO.-  ¡El diantre es usted, hombre! Todo se lo halla hecho.
DON ELEUTERIO.-  Voy, voy a ver si la concluyo; falta muy poco. Súbase usted. (DON ELEUTERIO se sienta junto a una mesa inmediata al foro; saca papel y tintero, y escribe.) 
DON SERAPIO.-  Voy allá; pero...
DON ELEUTERIO.-  Sí, sí, váyase usted; y si quieren más licor, que lo suba el mozo.
DON SERAPIO.-  Sí, siempre será bueno que lleven un par de frasquillos más. Pipí.
PIPÍ.-  Señor.
DON SERAPIO.-  Palabra.  (Habla en secreto con PIPÍ y vuelve a irse por la puerta del foro; PIPÍ toma del aparador unos frasquillos y se va por la misma parte.) 
DON ANTONIO.-  ¿Cómo va, amigo don Pedro?  (DON ANTONIO se sienta cerca deDON PEDRO.) 
DON PEDRO.-  ¡Oh, señor don Antonio! No había reparado en usted. Va bien.
DON ANTONIO.-  ¿Usted a estas horas por aquí? Se me hace extraño.
DON PEDRO.-  En efecto, lo es; pero he comido ahí cerca. A fin de mesa se armó una disputa entre dos literatos que apenas saben leer. Dijeron mil despropósitos, me fastidié y me vine.
DON ANTONIO.-  Pues con ese genio tan raro que usted tiene, se ve precisado a vivir como un ermitaño en medio de la corte.
DON PEDRO.-  No, por cierto. Yo soy el primero en los espectáculos, en los paseos, en las diversiones públicas; alterno los placeres con el estudio; tengo pocos, pero buenos amigos, y a ellos debo los más felices instantes de mi vida. Si en las concurrencias particulares soy raro algunas veces, siento serlo; pero ¿qué le he de hacer? Yo no quiero mentir, ni puedo disimular; y creo que el decir la verdad francamente es la prenda más digna de un hombre de bien.
DON ANTONIO.-  Sí; pero cuando la verdad es dura a quien ha de oírla, ¿qué hace usted?
DON PEDRO.-  Callo.
DON ANTONIO.-  ¿Y si el silencio de usted le hace sospechoso?
DON PEDRO.-  Me voy.
DON ANTONIO.-  No siempre puede uno dejar el puesto, y entonces...
DON PEDRO.-  Entonces digo la verdad.
DON ANTONIO.-  Aquí mismo he oído hablar muchas veces de usted. Todos aprecian su talento, su instrucción y su probidad; pero no dejan de extrañar la aspereza de su carácter.
DON PEDRO.-  ¿Y por qué? Porque no vengo a predicar al café. Porque no vierto por la noche lo que leí por la mañana. Porque no disputo, ni ostento erudición ridícula, como tres, o cuatro, o diez pedantes que vienen aquí a perder el día, y a excitar la admiración de los tontos y la risa de los hombres de juicio. ¿Por eso me llaman áspero y extravagante? Poco me importa. Yo me hallo bien con la opinión que he seguido hasta aquí, de que en un café jamás debe hablar en público el que sea prudente.
DON ANTONIO.-  Pues ¿qué debe hacer?
DON PEDRO.-  Tomar café.
DON ANTONIO.-  ¡Viva! Pero, hablando de otra cosa, ¿qué plan tiene usted para esta tarde?
DON PEDRO.-  A la comedia.
DON ANTONIO.-  ¿Supongo que irá usted a ver la pieza nueva?
DON PEDRO.-  ¿Qué, han mudado? Ya no voy.
DON ANTONIO.-  Pero ¿por qué? Vea usted sus rarezas.  (PIPÍ sale por la puerta del foro con salvilla, copas y frasquillos que dejará sobre el mostrador.) 
DON PEDRO.-  ¿Y usted me pregunta por qué? ¿Hay más que ver la lista de las comedias nuevas que se representan cada año, para inferir los motivos que tendré de no ver la de esta tarde?
DON ELEUTERIO.-  ¡Hola! Parece que hablan de mi función.  (Escuchando la conversación.) 
DON ANTONIO.-  De suerte que, o es buena, o es mala. Si es buena, se admira y se aplaude; si, por el contrario, está llena de sandeces, se ríe uno, se pasa el rato, y tal vez...
DON PEDRO.-  Tal vez me han dado impulsos de tirar al teatro el sombrero, el bastón y el asiento, si hubiera podido. A mí me irrita lo que a usted le divierte.  (Guarda DON ELEUTERIO papel y tintero, y se va acercando poco a poco, hasta ponerse en medio de los dos.)  Yo no sé; usted tiene talento y la instrucción necesaria para no equivocarse en materias de literatura; pero usted es el protector nato de todas las ridiculeces. Al paso que conoce usted y elogia las bellezas de una obra de mérito, no se detiene en dar iguales aplausos a lo más disparatado y absurdo; y con una rociada de pullas, chufletas e ironías hace usted creer al mayor idiota que es un prodigio de habilidad. Ya se ve; usted dirá que se divierte, pero, amigo...
DON ANTONIO.-  Sí, señor, que me divierto. Y, por otra parte, ¿no sería cosa cruel ir repartiendo por ahí desengaños amargos a ciertos hombres cuya felicidad estriba en su propia ignorancia? ¿Ni cómo es posible disuadirles?...
DON ELEUTERIO.-  No, pues... Con permiso de ustedes. La función de esta tarde es muy bonita, seguramente; bien puede usted ir a verla, que yo le doy mi palabra de que le ha de gustar.
DON ANTONIO.-  ¿Es éste el autor?  (DON ANTONIO se levanta, y después de la pregunta que hace a PIPÍ, vuelve a hablar con DON ELEUTERIO.) 
PIPÍ.-  El mismo.
DON ANTONIO.-  Y ¿de quién es? ¿Se sabe?
DON ELEUTERIO.-  Señor, es de un sujeto bien nacido, muy aplicado, de buen ingenio, que empieza ahora la carrera cómica; bien que el pobrecillo no tiene protección.
DON PEDRO.-  Si es ésta la primera pieza que da al teatro, aún no puede quejarse; si ella es buena, agradará necesariamente, y un Gobierno ilustrado como el nuestro, que sabe cuánto interesan a una nación los progresos de la literatura, no dejará sin premio a cualquiera hombre de talento que sobresalga en un género tan difícil.
DON ELEUTERIO.-  Todo eso va bien; pero lo cierto es que el sujeto tendrá que contentarse con sus quince doblones que le darán los cómicos, si la comedia gusta, y muchas gracias.
DON ANTONIO.-  ¿Quince? Pues yo creí que eran veinticinco.
DON ELEUTERIO.-  No, señor; ahora, en tiempo de calor, no se da más. Si fuera por el invierno, entonces...
DON ANTONIO.-  ¡Calle! ¿Conque en empezando a helar valen más las comedias? Lo mismo sucede con los besugos.  (DON ANTONIO se pasea. DON ELEUTERIO unas veces le dirige la palabra y otras se acerca hacia DON PEDRO, que no le contesta ni le mira.) 
DON ELEUTERIO.-  Pues mire usted, aun con ser tan poco lo que dan, el autor se ajustaría de buena gana para hacer por el precio todas las funciones que necesitase la compañía; pero hay muchas envidias. Unos favorecen a éste, otros a aquél, y es menester una tecla para mantenerse en la gracia de los primeros vocales, que... ¡Ya, ya! Y luego, como son tantos a escribir, y cada uno procura despachar su género, entran los empeños, las gratificaciones, las rebajas. Ahora mismo acaba de llegar un estudiante gallego con unas alforjas llenas de piezas manuscritas: comedias, follas, zarzuelas, dramas, melodramas, loas, sainetes... ¿Qué sé yo cuánta ensalada trae allí? Y anda solicitando que los cómicos le compren todo el surtido, y da cada obra a trescientos reales una con otra. ¡Ya se ve! ¿quién ha de poder competir con un hombre que trabaja tan barato?
DON ANTONIO.-  Es verdad, amigo. Ese estudiante gallego hará malísima obra a los autores de la corte.
DON ELEUTERIO.-  Malísima. Ya ve usted cómo están los comestibles.
DON ANTONIO.-  Cierto.
DON ELEUTERIO.-  Lo que cuesta un mal vestido que uno se haga.
DON ANTONIO.-  En efecto.
DON ELEUTERIO.-  El cuarto.
DON ANTONIO.-  ¡Oh! sí, el cuarto. Los caseros son crueles.
DON ELEUTERIO.-  Y si hay familia...
DON ANTONIO.-  No hay duda; si hay familia, es cosa terrible.
DON ELEUTERIO.-  Vaya usted a competir con el otro tuno, que con seis cuartos de callos y medio pan tiene el gasto hecho.
DON ANTONIO.-  ¿Y qué remedio? Ahí no hay más sino arrimar el hombro al trabajo, escribir buenas piezas, darlas muy baratas, que se representen, que aturdan al público, y ver si se puede dar con el gallego en tierra. Bien que la de esta tarde es excelente, y para mí tengo que...
DON ELEUTERIO.-  ¿La ha leído usted?
DON ANTONIO.-  No, por cierto.
DON PEDRO.-  ¿La han impreso?
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor. ¿Pues no se había de imprimir?
DON PEDRO.-  Mal hecho. Mientras no sufra el examen del público en el teatro, está muy expuesta, y sobre todo es demasiada confianza en un autor novel.
DON ANTONIO.-  ¡Qué! No, señor. Si le digo a usted que es cosa muy buena. ¿Y dónde se vende?
DON ELEUTERIO.-  Se vende en los puestos del Diario, en la librería de Pérez, en la de Izquierdo, en la de Gil, en la de Zurita y en el puesto de los cobradores a la entrada del coliseo. Se vende también en la tienda de vinos de la calle del Pez, en la del herbolario de la calle Ancha, en la jabonería de la calle del Lobo, en la...
DON PEDRO.-  ¿Se acabará esta tarde esa relación?
DON ELEUTERIO.-  Como el señor preguntaba.
DON PEDRO.-  Pero no preguntaba tanto. ¡Si no hay paciencia!
DON ANTONIO.-  Pues la he de comprar, no tiene remedio.
PIPÍ.-  Si yo tuviera dos reales. ¡Voto va!
DON ELEUTERIO.-  Véala usted aquí.  (Saca una comedia impresa y se la da aDON ANTONIO.) 
DON ANTONIO.-  ¡Oiga!, es ésta. A ver. Y ha puesto su nombre. Bien, así me gusta; con eso la posteridad no se andará dando de calabazadas por averiguar la gracia del autor. (Lee DON ANTONIO.)  «Por DON ELEUTERIO CRISPÍN DE ANDORRA... Salen el emperador Leopoldo, el rey de Polonia y Federico, senescal, vestidos de gala, con acompañamiento de damas y magnates, y una brigada de húsares a caballo.» ¡Soberbia entrada! Y dice el emperador:
    Ya sabéis, vasallos míos,
que habrá dos meses y medio
que el turco puso a Viena
con sus tropas el asedio,
y que para resistirle
unimos nuestros denuedos,
dando nuestros nobles bríos,
en repetidos encuentros,
las Pruebas más relevantes
de nuestros invictos pechos.
  ¡Qué estilo tiene! ¡Cáspita! ¡Qué bien pone la pluma el pícaro!
    Bien conozco que la falta
del necesario alimento
ha sido tal, que rendidos
de la hambre a los esfuerzos
hemos comido ratones,
sapos y sucios insectos.
DON ELEUTERIO.-  ¿Qué tal? ¿No le parece a usted bien?  (Hablando a DON PEDRO.) 
DON PEDRO.-  ¡Eh! A mí, qué...
DON ELEUTERIO.-  Me alegro que le guste a usted. Pero, no; donde hay un paso muy fuerte es al principio del segundo acto. Búsquele usted... ahí..., por ahí ha de estar. Cuando la dama se cae muerta de hambre.
DON ANTONIO.-  ¿Muerta?
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor, muerta.
DON ANTONIO.-  ¡Qué situación tan cómica! Y estas exclamaciones que hace aquí, ¿contra quién son?
DON ELEUTERIO.-  Contra el visir, que la tuvo seis días sin comer porque ella no quería ser su concubina.
DON ANTONIO.-  ¡Pobrecita! ¡Ya se ve! El visir sería un bruto.
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor.
DON ANTONIO.-  Hombre arrebatado, ¿eh?
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor.
DON ANTONIO.-  Lascivo como un mico, feote de cara, ¿es verdad?
DON ELEUTERIO.-  Cierto.
DON ANTONIO.-  Alto, moreno, un poco bizco, grandes bigotes.
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor, sí. Lo mismo me le he figurado yo.
DON ANTONIO.-  ¡Enorme animal! Pues no, la dama no se muerde la lengua. ¡No es cosa cómo le pone! Oiga usted, don Pedro.
DON PEDRO.-  No, por Dios; no lo lea usted.
DON ELEUTERIO.-  Es que es uno de los pedazos más terribles de la comedia.
DON PEDRO.-  Con todo eso.
DON ELEUTERIO.-  Lleno de fuego.
DON PEDRO.-  Ya.
DON ELEUTERIO.-  Buena versificación.
DON PEDRO.-  No importa.
DON ELEUTERIO.-  Que alborotará en el teatro, si la dama lo esfuerza.
DON PEDRO.-  Hombre, si he dicho ya que...
DON ANTONIO.-  Pero, a lo menos, el final del acto segundo es menester oírle.  (LeeDON ANTONIO, y al acabar da la comedia a DON ELEUTERIO.) 
EMPERADOR
Y en tanto que mis recelos...
VISIR
Y mientras mis esperanzas...
SENESCAL
Y hasta que mis enemigos...
EMPERADOR
Averiguo,...
VISIR
Logre,...
SENESCAL
Caigan,...

EMPERADOR
Rencores, dadme favor,...
VISIR
No me dejes, tolerancia,...
SENESCAL
Denuedo, asiste a mi brazo,...
TODOS
Para que admire la patria
el más generoso ardid
y la más tremenda hazaña.
DON PEDRO.-  Vamos; no hay quien pueda sufrir tanto disparate.  (Se levanta impaciente, en ademán de irse.) 
DON ELEUTERIO.-  ¿Disparates los llama usted?
DON PEDRO.-  ¿Pues no?  (DON ANTONIO observa a los dos y se ríe.) 
DON ELEUTERIO.-  ¡Vaya, que es también demasiado! ¡Disparates! ¡Pues no, no los llaman disparates los hombres inteligentes que han leído la comedia! Cierto que me ha chocado. ¡Disparates! Y no se ve otra cosa en el teatro todos los días, y siempre gusta, y siempre lo aplauden a rabiar.
DON PEDRO.-  ¿Y esto se representa en una nación culta?
DON ELEUTERIO.-  ¡Cuenta que me ha dejado contento la expresión! ¡Disparates!
DON PEDRO.-  ¿Y esto se imprime para que los extranjeros se burlen de nosotros?
DON ELEUTERIO.-  ¡Llamar disparates a una especie de coro entre el emperador, el visir y el senescal! Yo no sé qué quieren estas gentes. Si hoy día no se puede escribir nada, nada que no se muerda y se censure. ¡Disparate! ¡Cuidado que...!
PIPÍ.-  No haga usted caso.
DON ELEUTERIO.-   (Hablando con PIPÍ hasta el fin de la escena.)  Yo no hago caso; pero me enfada que hablen así. Figúrate tú si la conclusión puede ser más natural ni más ingeniosa. El emperador está lleno de miedo por un papel que se ha encontrado en el suelo, sin firma ni sobrescrito, en que se trata de matarle. El visir está rabiando por gozar de la hermosura de Margarita, hija del conde de Strambangaum, que es el traidor...
PIPÍ.-  ¡Calle! ¡Hay traidor también! ¡Cómo me gustan a mí las comedias en que hay traidor!
DON ELEUTERIO.-  Pues, como digo, el visir está loco de amores por ella; el senescal, que es hombre de bien si los hay, no las tiene todas consigo, porque sabe que el conde anda tras de quitarle el empleo y continuamente lleva chismes al emperador contra él; de modo que como cada uno de estos tres personajes está ocupado en un asunto, habla de ello y no hay cosa más natural.  (Saca la comedia y lee.) 
Y en tanto que mis recelos...
Y mientras mis esperanzas...
Y hasta que mis...
  ¡Ah!, señor don Hermógenes. A qué buena ocasión llega usted.  (Guarda la comedia, encaminándose a DON HERMÓGENES, que sale por la puerta del foro.) 

IV.                TEMAS DEL NEOCLASICISMO

El neoclasicismo tuvo mucha importancia en América, cuando la independencia cobraba fuerzas. Los temas que predominaban en aquella poesía neoclásica eran los elementos educativos, ideológicos; también refleja actitudes políticas como el culto que se tenían por las armas y el sentimiento de libertad que se dividía en ideas liberales de lucha contra la tiranía y la intolerancia. Todo esto se vio expresado en la poesía neoclásica y la poesía gauchesca El tema que me llamo la atención y el cual explicare es sobre como era aquel pensamiento liberal que tenia cada uno: El liberalismo era una doctrina política que se oponía al yugo arbitrario del poder absoluto y le daba por decirlo poder a la razón,también se le podía llamar neo-liberalismo que originalmente era una filosofía económica que trataban de encontrar un camino para acabar con todos los conflictos que tenían debido a que se querían liberar de los españoles.

Vl.                 GÉNERO LÍRICO EN EL NEOCLASICISMO 

Marco Teórico La Ilustración Hispanoamericana

INTEGRANTES

STEPHANNIE VILLAMIL
JUANA CRUZ
TANIA MONJE
NATALIA PERILLA
VANESA QUINTERO
GERALDINE RIPE
ALEJANDRO VALDÉS
JUAN PABLO GALLEGO
JUAN VALBUENA
RONALD VENCE MARQUEZ


I.                    Antecedentes de la Ilustracion
¿Qué deja el barroco para recibir la ilustración?
El barroco fue un periodo de la historia occidental por una nueva forma de concebir el arte, produjo obras en numerosos campos artísticos: literatura, arquitectura, escultura, pintura, música, ópera, danza, teatro, etc.
También se dió en numerosas colonias de la potencias principalmente en Latinoamérica. Cronológicamente abarcó todo el siglo XVII y principios del XVIII con mayor o menor prolongación en el tiempo dependiendo del país.
En este siglo XVII en que aparece el movimiento barroco se intensifican los tipos que ya venían dándose en el renacimiento.
La literatura del siglo XVI se expresaba en un estilo sereno y de equilibrio, el barroco del siglo XVII viene a desestabilizar esa serenidad y diversas fuerzas entran en conflicto.
CARACTERÍSTICAS DEL BARROCO:
1.       Fue decisiva la presencia de una tradición artística precolombina que influyó en la creación de un estilo particular.
2.       Objetos llegados de Asia sirvieron también como fuente de inspiración.
3.       Los rasgos básicos del estilo barroco se transmitieron a América fundamentalmente por medio de la enseñanza de los religiosos.
4.       Crearon un lenguaje plástico propio de cada una de las regiones americanas.
5.       Importancia de las fachadas y los interiores de los edificios.
6.       Rica decoración de las fachadas y los interiores de los edificios.
ASPECTOS POLÍTICOS
El Barroco vino a ser la revancha del poder político sobre el financiero. Sin duda los mas sólidamente establecidos de su tiempo, relevaron definitivamente en el mecenazgo artístico, de la misma manera que lo había hecho en épocas anteriores.
AUTORES DEL BARROCO
Sor Juana Inéz de la Cruz (San Miguel Nepantla, México 12/11/1648 o 1651). Aprendió todo cuanto era conocido en su época, leyó a los clásicos griegos y romanos y la teología del momento. Era tanto el deseo de aprender, que le propuso a su madre disfrazarse de hombre para asistir a la universidad, según ella misma. Escribió por encargo de la corte de Madrid tres autosacramentales, hablaban sobre el descubrimiento, la conquista y la evangelización de América; entre ellos destaca el Divino Narciso, nombrado así en alusión a los autos de Pedro Calderón de la Barca.
La Sentencia del Justo

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
 el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano.

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.


Sor Juana Inés de la Cruz
El barroco marca una etapa en la cual su principal finalidad era la perfección y deja como legado un estilo realista y al mismo tiempo gracioso para dar continuidad a la nueva era de la ilustración.


II.                  Política en la ilustración.
¿PORQUÉ EL DESPOTISMO ILUSTRADO FUE TAN INFLUYENTE COMO FORMA DE GOBIERNO?
El concepto de despotismo ilustrado está vinculado al abuso de poder, ya sea moral o físico, imponiendo el uso de la fuerza, en el trato con determinado grupo de personas. Esto suele estar vinculado con una clase de gobierno que le pertenece el poder absoluto y sus acciones no las limitará ningún tipo de ley.
Luis XV re de Francia, Carlos III rey de España, Catalina II en Rusia y José II coo rey de Austria; fueron algunos gobernantes que usaron el despotismo Ilustrado como forma de gobierno, ellos promovieron el cambio de monarquía con el fin de centralizar la administración pública, la actualización de la economía, el incremento del comercio, el incremento de la agricultura y de la industria y la intervención del clero en algunos aspectos políticos.
Durante el siglo XVII, el absolutismo fue el régimen político más extendido; este sistema permaneció hasta el siglo XVIII aunque reformó la manera de implementarse. De esta forma surgió el despotismo ilustrado
Si se busca el Significado exacto del dicho concepto encontraremos que se caracterizó por la utilización de la ideología ilustrada por parte de las leyes absolutas para mantener su absolutismo.
Los monarcas que gobernaron en este movimiento recibieron el nombre de déspotas ilustrados, y es importante señalar que eran reyes que dirigían a sus naciones con poder absoluto. De hecho, la mayoría de los reyes tomaron ciertas ideas de la ilustración, aquellas ideas que les eran convenientes para que los ayudara a mantener el poder.
De esta forma se convierte en una forma de gobierno absoluta, que pretende llevar algunas ideas de la ilustración en sí, de una u otra forma fue impuesto a la fuerza, pero, tuvo repercusiones políticas, económicas, filosóficas, científicas y sociales concretas, durante el siglo XVIII.
Algunas de las ideologías que representaban la luz como la razón y que la razón iba a iluminar todos los siglos de oscuridad que había impuesto la iglesia católica, oscuridad que mostraba lo cruel que podía ser una iglesia si no aceptabas su fé; condenas, torturas y asesinatos eran el pan de cada día para todos aquellos que protestaran, para todos aquellos que levantaran la voz en contra del clero.
Características de la ilustración:
1.       Se preocuparon del progreso científico de los pueblos.
2.       Se propusieron cambiar el orden social que fue establecido en otro orden más liberal, más humano.
3.       Se establecieron una serie de principios filosóficos, como la igualdad, la libertad y fraternidad entre los hombres.
4.       Se hicieron grandes reformas administrativas; crearon academias de ciencias y letras, reformaron la enseñanza y modernizaron la economía y el comercio, pero sin democratizar la administración, controlada despóticamente por los monarcas.
Como consecuencia de la ilustración; algunos monarcas europeos intentaron hacer compatible el principio de autoridad del absolutismo con la idea de progreso de la ilustración y se preocuparon por llevar al pueblo los adelantos de las ciencias con la consigna de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
III.                Obras y autores
Narrativo.
El Arcano de la Quina
El arcano de la quina es una obra del médico, botánico y científico José Celestino Mutis, el cual quedo fascinado por los usos medicinales que tiene esta planta.
La quina es una planta originaria de la selva amazónica, sirve como analgésico y antiséptico, además, sirve para aliviar la fiebre, es un importante descubrimiento botánico pues abre las puertas, al igual que otros avances del renacimiento y la ilustración en la medicina moderna, esto fue lo que fascinó al doctor José Mutis.
Entonces, ¿Qué tiene que ver esta obra en la ilustración o el siglo de las luces?.
Te invito a que leas este texto, con el fin de que conozcas una respuesta basada en esta obra: “El Arcano de la Quina”, obra póstuma de Jose Celestino Mutis, veremos un completo punto de vista analizando lo que éste Botánico acerca de su época.
En primer lugar, esta obra, al ser de un autor detallista como obviamente tienen que ser los científicos, que muestran con claridad algunos aspectos sociales que habían en este siglo de las luces, por ejemplo, en la “parte primera” de este libro, en la primera viñeta en el segundo párrafo, se nos menciona “feliz humanidad socorrida en nuestro siglo por el patriotismo de profesores beneméritos”, podemos notar pues, que la primera palabra subrayada destaca el origen del patriotismo y el nacionalismo, ese sentimiento de amor a la patria que empezaba a reinar en la sociedad. Además, en el siguiente párrafo nos menciona: “indicada y bien probada, después de pocos años de su feliz descubrimiento”, esta última expresión, puede dar a entender el hambre de conocimiento que sentía la sociedad, se puede resaltar que, como en ese tiempo eran común las enfermedades graves, que hoy día son tratables, lo mas probable es que el doctor estuviera contento con ese descubrimiento para bien de los enfermos y, probablemente, de él mismo, cosa que podemos afirmar dos párrafos más adelante donde habla de “crueles azotes de epidemias”.
Al final de la segunda viñeta, en la “parte primera”, podemos ver que desde aspectos políticos, los gobernantes anteriores habían usado gobiernos que los actuales o bien los negaban, o bien, los aborrecían, puesto que habían cometido errores mayúsculos, que habían marcado la sociedad, fomentando en ellos ese deseo de uno distinto y auténtico, por ejemplo, Carlos Marx, el cual formuló un tipo de sociedad el cual repartía equitativamente, claro que esto pueden ser avances económicos que aparecían junto a las nuevas ideologías de la época, que pudimos destacar anteriormente, ese nuevo conocimiento marcaría ese siglo.
En la viñeta número 5, se nos cita de “otras circunstancias”, esto puede ser indicio de que la sociedad estaba perturbada, según el contexto de la viñeta, y, al estar en plena ilustración, los americanos y los propios europeos estuvieran al tanto de todo para intentar evitar cualquier tipo de estrago en su sociedad, y la parte política estaba influenciada por eso, en realidad la obra hace énfasis en lo antes dicho.
Con lo poco que analizamos de esta primera parte del libro El Arcano de la Quina, el doctor José Celestino Mutis, intencionalmente o no, nos da puerta abierta a todo lo que se refería la ilustración, qué pensaban los contemporáneos, qué sentían, y ésta, al igual que muchas otras obras de la época, tal vez ensayos, novelas, cuentos, poesía o dramas, nos dan un vistazo general de la ilustración hispanoamericana, así es que esta obra tiene que ver con el pensamiento illustrado, con el pensamiento del siglo de las luces.
¿Cómo el poema El Anuco de Andrés Bello Refleja los contextos políticos y sociales en la literatura de la Ilustración?
Irrite la codicia
por rumbos ignorados
a la sonante Tetis
y bramadores austros;
el pino que habitaba
del Betis fortunado
las márgenes amenas
vestidas de amaranto,
impunemente admire
los deliciosos campos
del Ganges caudaloso,
de aromas coronado.
POLITICO: Habla sobre la codicia que las autoridades españolas que procedían con una explotación más sistemática y profunda de las colonias, en diversas regiones de América, u como se vestían las personas según su clase y su organización política

Tú, verde y apacible
ribera del Anauco,
para mí más alegre,
que los bosques idalios
y las vegas hermosas
de la plácida Pafos,
resonarás continuo
con mis humildes cantos;
y cuando ya mi sombra
sobre el funesto barco
visite del Erebo
los valles solitarios,
en tus umbrías selvas
y retirados antros
erraré cual un día,
tal vez abandonando
la silenciosa margen
de los estigios lagos.

La turba dolorida
de los pueblos cercanos
evocará mis manes
con lastimero llanto;
y ante la triste tumba,
de funerales ramos
vestida, y olorosa
con perfumes indianos,
dirá llorando Filis:
«Aquí descansa Fabio» .
SOCIAL: Esta estrofa nos habla de cómo en Hispanoamérica estaban organizadas las familias y los pueblos, algunos en esa época eran de la alta sociedad como por ejemplo la nobleza y de últimas van los criollos que eran muy pobres.
¡Mil veces venturoso!
Pero, tú, desdichado,
por bárbaras naciones
lejos del clima patrio
débilmente vaciles
al peso de los años.
Devoren tu cadáver
los canes sanguinarios
que apacienta Caribdis
en sus rudos peñascos;
ni aplaque tus cenizas
con ayes lastimados
la pérfida consorte
ceñida de otros brazos.






El Café – Leandro Fernando de Moratín
PERSONAJES

DON ELEUTERIO.
DON PEDRO.
DOÑA AGUSTINA.
DON ANTONIO.
DOÑA MARIQUITA.
DON SERAPIO.
DON HERMÓGENES.
PIPÍ.

La escena es en un café de Madrid, inmediato a un teatro.
   
El teatro representa una sala con mesas, sillas y aparador de café; en el foro, una puerta con escalera a la habitación principal, y otra puerta a un lado, que da paso a la calle.
   
La acción empieza a las cuatro de la tarde y acaba a las seis



Acto I

Escena III

DON SERAPIO, DON ELEUTERIO, DON PEDRO, DON ANTONIO, PIPÍ. 
DON SERAPIO.-  ¡Pero, hombre, dejarnos así!  (Bajando la escalera, salen por la puerta del foro.) 
DON ELEUTERIO.-  Si se lo he dicho a usted ya. La tonadilla que han puesto a mi función no vale nada, la van a silbar, y quiero concluir esta mía para que la canten mañana.
DON SERAPIO.-  ¿Mañana? ¿Conque mañana se ha de cantar, y aún no están hechas ni letra ni música?
DON ELEUTERIO.-  Y aun esta tarde pudieran cantarla, si usted me apura. ¿Qué dificultad? Ocho o diez versos de introducción, diciendo que callen y atiendan, y chitito. Después unas cuantas coplillas del mercader que hurta, el peluquero que lleva papeles, la niña que está opilada, el cadete que se baldó en el portal; cuatro equivoquillos, etc., y luego se concluye con seguidillas de la tempestad, el canario, la pastorcilla y el arroyito. La música ya se sabe cuál ha de ser: la que se pone en todas; se añade o se quita un par de gorgoritos, y estamos al cabo de la calle.
DON SERAPIO.-  ¡El diantre es usted, hombre! Todo se lo halla hecho.
DON ELEUTERIO.-  Voy, voy a ver si la concluyo; falta muy poco. Súbase usted. (DON ELEUTERIO se sienta junto a una mesa inmediata al foro; saca papel y tintero, y escribe.) 
DON SERAPIO.-  Voy allá; pero...
DON ELEUTERIO.-  Sí, sí, váyase usted; y si quieren más licor, que lo suba el mozo.
DON SERAPIO.-  Sí, siempre será bueno que lleven un par de frasquillos más. Pipí.
PIPÍ.-  Señor.
DON SERAPIO.-  Palabra.  (Habla en secreto con PIPÍ y vuelve a irse por la puerta del foro; PIPÍ toma del aparador unos frasquillos y se va por la misma parte.) 
DON ANTONIO.-  ¿Cómo va, amigo don Pedro?  (DON ANTONIO se sienta cerca deDON PEDRO.) 
DON PEDRO.-  ¡Oh, señor don Antonio! No había reparado en usted. Va bien.
DON ANTONIO.-  ¿Usted a estas horas por aquí? Se me hace extraño.
DON PEDRO.-  En efecto, lo es; pero he comido ahí cerca. A fin de mesa se armó una disputa entre dos literatos que apenas saben leer. Dijeron mil despropósitos, me fastidié y me vine.
DON ANTONIO.-  Pues con ese genio tan raro que usted tiene, se ve precisado a vivir como un ermitaño en medio de la corte.
DON PEDRO.-  No, por cierto. Yo soy el primero en los espectáculos, en los paseos, en las diversiones públicas; alterno los placeres con el estudio; tengo pocos, pero buenos amigos, y a ellos debo los más felices instantes de mi vida. Si en las concurrencias particulares soy raro algunas veces, siento serlo; pero ¿qué le he de hacer? Yo no quiero mentir, ni puedo disimular; y creo que el decir la verdad francamente es la prenda más digna de un hombre de bien.
DON ANTONIO.-  Sí; pero cuando la verdad es dura a quien ha de oírla, ¿qué hace usted?
DON PEDRO.-  Callo.
DON ANTONIO.-  ¿Y si el silencio de usted le hace sospechoso?
DON PEDRO.-  Me voy.
DON ANTONIO.-  No siempre puede uno dejar el puesto, y entonces...
DON PEDRO.-  Entonces digo la verdad.
DON ANTONIO.-  Aquí mismo he oído hablar muchas veces de usted. Todos aprecian su talento, su instrucción y su probidad; pero no dejan de extrañar la aspereza de su carácter.
DON PEDRO.-  ¿Y por qué? Porque no vengo a predicar al café. Porque no vierto por la noche lo que leí por la mañana. Porque no disputo, ni ostento erudición ridícula, como tres, o cuatro, o diez pedantes que vienen aquí a perder el día, y a excitar la admiración de los tontos y la risa de los hombres de juicio. ¿Por eso me llaman áspero y extravagante? Poco me importa. Yo me hallo bien con la opinión que he seguido hasta aquí, de que en un café jamás debe hablar en público el que sea prudente.
DON ANTONIO.-  Pues ¿qué debe hacer?
DON PEDRO.-  Tomar café.
DON ANTONIO.-  ¡Viva! Pero, hablando de otra cosa, ¿qué plan tiene usted para esta tarde?
DON PEDRO.-  A la comedia.
DON ANTONIO.-  ¿Supongo que irá usted a ver la pieza nueva?
DON PEDRO.-  ¿Qué, han mudado? Ya no voy.
DON ANTONIO.-  Pero ¿por qué? Vea usted sus rarezas.  (PIPÍ sale por la puerta del foro con salvilla, copas y frasquillos que dejará sobre el mostrador.) 
DON PEDRO.-  ¿Y usted me pregunta por qué? ¿Hay más que ver la lista de las comedias nuevas que se representan cada año, para inferir los motivos que tendré de no ver la de esta tarde?
DON ELEUTERIO.-  ¡Hola! Parece que hablan de mi función.  (Escuchando la conversación.) 
DON ANTONIO.-  De suerte que, o es buena, o es mala. Si es buena, se admira y se aplaude; si, por el contrario, está llena de sandeces, se ríe uno, se pasa el rato, y tal vez...
DON PEDRO.-  Tal vez me han dado impulsos de tirar al teatro el sombrero, el bastón y el asiento, si hubiera podido. A mí me irrita lo que a usted le divierte.  (Guarda DON ELEUTERIO papel y tintero, y se va acercando poco a poco, hasta ponerse en medio de los dos.)  Yo no sé; usted tiene talento y la instrucción necesaria para no equivocarse en materias de literatura; pero usted es el protector nato de todas las ridiculeces. Al paso que conoce usted y elogia las bellezas de una obra de mérito, no se detiene en dar iguales aplausos a lo más disparatado y absurdo; y con una rociada de pullas, chufletas e ironías hace usted creer al mayor idiota que es un prodigio de habilidad. Ya se ve; usted dirá que se divierte, pero, amigo...
DON ANTONIO.-  Sí, señor, que me divierto. Y, por otra parte, ¿no sería cosa cruel ir repartiendo por ahí desengaños amargos a ciertos hombres cuya felicidad estriba en su propia ignorancia? ¿Ni cómo es posible disuadirles?...
DON ELEUTERIO.-  No, pues... Con permiso de ustedes. La función de esta tarde es muy bonita, seguramente; bien puede usted ir a verla, que yo le doy mi palabra de que le ha de gustar.
DON ANTONIO.-  ¿Es éste el autor?  (DON ANTONIO se levanta, y después de la pregunta que hace a PIPÍ, vuelve a hablar con DON ELEUTERIO.) 
PIPÍ.-  El mismo.
DON ANTONIO.-  Y ¿de quién es? ¿Se sabe?
DON ELEUTERIO.-  Señor, es de un sujeto bien nacido, muy aplicado, de buen ingenio, que empieza ahora la carrera cómica; bien que el pobrecillo no tiene protección.
DON PEDRO.-  Si es ésta la primera pieza que da al teatro, aún no puede quejarse; si ella es buena, agradará necesariamente, y un Gobierno ilustrado como el nuestro, que sabe cuánto interesan a una nación los progresos de la literatura, no dejará sin premio a cualquiera hombre de talento que sobresalga en un género tan difícil.
DON ELEUTERIO.-  Todo eso va bien; pero lo cierto es que el sujeto tendrá que contentarse con sus quince doblones que le darán los cómicos, si la comedia gusta, y muchas gracias.
DON ANTONIO.-  ¿Quince? Pues yo creí que eran veinticinco.
DON ELEUTERIO.-  No, señor; ahora, en tiempo de calor, no se da más. Si fuera por el invierno, entonces...
DON ANTONIO.-  ¡Calle! ¿Conque en empezando a helar valen más las comedias? Lo mismo sucede con los besugos.  (DON ANTONIO se pasea. DON ELEUTERIO unas veces le dirige la palabra y otras se acerca hacia DON PEDRO, que no le contesta ni le mira.) 
DON ELEUTERIO.-  Pues mire usted, aun con ser tan poco lo que dan, el autor se ajustaría de buena gana para hacer por el precio todas las funciones que necesitase la compañía; pero hay muchas envidias. Unos favorecen a éste, otros a aquél, y es menester una tecla para mantenerse en la gracia de los primeros vocales, que... ¡Ya, ya! Y luego, como son tantos a escribir, y cada uno procura despachar su género, entran los empeños, las gratificaciones, las rebajas. Ahora mismo acaba de llegar un estudiante gallego con unas alforjas llenas de piezas manuscritas: comedias, follas, zarzuelas, dramas, melodramas, loas, sainetes... ¿Qué sé yo cuánta ensalada trae allí? Y anda solicitando que los cómicos le compren todo el surtido, y da cada obra a trescientos reales una con otra. ¡Ya se ve! ¿quién ha de poder competir con un hombre que trabaja tan barato?
DON ANTONIO.-  Es verdad, amigo. Ese estudiante gallego hará malísima obra a los autores de la corte.
DON ELEUTERIO.-  Malísima. Ya ve usted cómo están los comestibles.
DON ANTONIO.-  Cierto.
DON ELEUTERIO.-  Lo que cuesta un mal vestido que uno se haga.
DON ANTONIO.-  En efecto.
DON ELEUTERIO.-  El cuarto.
DON ANTONIO.-  ¡Oh! sí, el cuarto. Los caseros son crueles.
DON ELEUTERIO.-  Y si hay familia...
DON ANTONIO.-  No hay duda; si hay familia, es cosa terrible.
DON ELEUTERIO.-  Vaya usted a competir con el otro tuno, que con seis cuartos de callos y medio pan tiene el gasto hecho.
DON ANTONIO.-  ¿Y qué remedio? Ahí no hay más sino arrimar el hombro al trabajo, escribir buenas piezas, darlas muy baratas, que se representen, que aturdan al público, y ver si se puede dar con el gallego en tierra. Bien que la de esta tarde es excelente, y para mí tengo que...
DON ELEUTERIO.-  ¿La ha leído usted?
DON ANTONIO.-  No, por cierto.
DON PEDRO.-  ¿La han impreso?
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor. ¿Pues no se había de imprimir?
DON PEDRO.-  Mal hecho. Mientras no sufra el examen del público en el teatro, está muy expuesta, y sobre todo es demasiada confianza en un autor novel.
DON ANTONIO.-  ¡Qué! No, señor. Si le digo a usted que es cosa muy buena. ¿Y dónde se vende?
DON ELEUTERIO.-  Se vende en los puestos del Diario, en la librería de Pérez, en la de Izquierdo, en la de Gil, en la de Zurita y en el puesto de los cobradores a la entrada del coliseo. Se vende también en la tienda de vinos de la calle del Pez, en la del herbolario de la calle Ancha, en la jabonería de la calle del Lobo, en la...
DON PEDRO.-  ¿Se acabará esta tarde esa relación?
DON ELEUTERIO.-  Como el señor preguntaba.
DON PEDRO.-  Pero no preguntaba tanto. ¡Si no hay paciencia!
DON ANTONIO.-  Pues la he de comprar, no tiene remedio.
PIPÍ.-  Si yo tuviera dos reales. ¡Voto va!
DON ELEUTERIO.-  Véala usted aquí.  (Saca una comedia impresa y se la da aDON ANTONIO.) 
DON ANTONIO.-  ¡Oiga!, es ésta. A ver. Y ha puesto su nombre. Bien, así me gusta; con eso la posteridad no se andará dando de calabazadas por averiguar la gracia del autor. (Lee DON ANTONIO.)  «Por DON ELEUTERIO CRISPÍN DE ANDORRA... Salen el emperador Leopoldo, el rey de Polonia y Federico, senescal, vestidos de gala, con acompañamiento de damas y magnates, y una brigada de húsares a caballo.» ¡Soberbia entrada! Y dice el emperador:
    Ya sabéis, vasallos míos,
que habrá dos meses y medio
que el turco puso a Viena
con sus tropas el asedio,
y que para resistirle
unimos nuestros denuedos,
dando nuestros nobles bríos,
en repetidos encuentros,
las Pruebas más relevantes
de nuestros invictos pechos.
  ¡Qué estilo tiene! ¡Cáspita! ¡Qué bien pone la pluma el pícaro!
    Bien conozco que la falta
del necesario alimento
ha sido tal, que rendidos
de la hambre a los esfuerzos
hemos comido ratones,
sapos y sucios insectos.
DON ELEUTERIO.-  ¿Qué tal? ¿No le parece a usted bien?  (Hablando a DON PEDRO.) 
DON PEDRO.-  ¡Eh! A mí, qué...
DON ELEUTERIO.-  Me alegro que le guste a usted. Pero, no; donde hay un paso muy fuerte es al principio del segundo acto. Búsquele usted... ahí..., por ahí ha de estar. Cuando la dama se cae muerta de hambre.
DON ANTONIO.-  ¿Muerta?
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor, muerta.
DON ANTONIO.-  ¡Qué situación tan cómica! Y estas exclamaciones que hace aquí, ¿contra quién son?
DON ELEUTERIO.-  Contra el visir, que la tuvo seis días sin comer porque ella no quería ser su concubina.
DON ANTONIO.-  ¡Pobrecita! ¡Ya se ve! El visir sería un bruto.
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor.
DON ANTONIO.-  Hombre arrebatado, ¿eh?
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor.
DON ANTONIO.-  Lascivo como un mico, feote de cara, ¿es verdad?
DON ELEUTERIO.-  Cierto.
DON ANTONIO.-  Alto, moreno, un poco bizco, grandes bigotes.
DON ELEUTERIO.-  Sí, señor, sí. Lo mismo me le he figurado yo.
DON ANTONIO.-  ¡Enorme animal! Pues no, la dama no se muerde la lengua. ¡No es cosa cómo le pone! Oiga usted, don Pedro.
DON PEDRO.-  No, por Dios; no lo lea usted.
DON ELEUTERIO.-  Es que es uno de los pedazos más terribles de la comedia.
DON PEDRO.-  Con todo eso.
DON ELEUTERIO.-  Lleno de fuego.
DON PEDRO.-  Ya.
DON ELEUTERIO.-  Buena versificación.
DON PEDRO.-  No importa.
DON ELEUTERIO.-  Que alborotará en el teatro, si la dama lo esfuerza.
DON PEDRO.-  Hombre, si he dicho ya que...
DON ANTONIO.-  Pero, a lo menos, el final del acto segundo es menester oírle.  (LeeDON ANTONIO, y al acabar da la comedia a DON ELEUTERIO.) 
EMPERADOR
Y en tanto que mis recelos...
VISIR
Y mientras mis esperanzas...
SENESCAL
Y hasta que mis enemigos...
EMPERADOR
Averiguo,...
VISIR
Logre,...
SENESCAL
Caigan,...

EMPERADOR
Rencores, dadme favor,...
VISIR
No me dejes, tolerancia,...
SENESCAL
Denuedo, asiste a mi brazo,...
TODOS
Para que admire la patria
el más generoso ardid
y la más tremenda hazaña.
DON PEDRO.-  Vamos; no hay quien pueda sufrir tanto disparate.  (Se levanta impaciente, en ademán de irse.) 
DON ELEUTERIO.-  ¿Disparates los llama usted?
DON PEDRO.-  ¿Pues no?  (DON ANTONIO observa a los dos y se ríe.) 
DON ELEUTERIO.-  ¡Vaya, que es también demasiado! ¡Disparates! ¡Pues no, no los llaman disparates los hombres inteligentes que han leído la comedia! Cierto que me ha chocado. ¡Disparates! Y no se ve otra cosa en el teatro todos los días, y siempre gusta, y siempre lo aplauden a rabiar.
DON PEDRO.-  ¿Y esto se representa en una nación culta?
DON ELEUTERIO.-  ¡Cuenta que me ha dejado contento la expresión! ¡Disparates!
DON PEDRO.-  ¿Y esto se imprime para que los extranjeros se burlen de nosotros?
DON ELEUTERIO.-  ¡Llamar disparates a una especie de coro entre el emperador, el visir y el senescal! Yo no sé qué quieren estas gentes. Si hoy día no se puede escribir nada, nada que no se muerda y se censure. ¡Disparate! ¡Cuidado que...!
PIPÍ.-  No haga usted caso.
DON ELEUTERIO.-   (Hablando con PIPÍ hasta el fin de la escena.)  Yo no hago caso; pero me enfada que hablen así. Figúrate tú si la conclusión puede ser más natural ni más ingeniosa. El emperador está lleno de miedo por un papel que se ha encontrado en el suelo, sin firma ni sobrescrito, en que se trata de matarle. El visir está rabiando por gozar de la hermosura de Margarita, hija del conde de Strambangaum, que es el traidor...
PIPÍ.-  ¡Calle! ¡Hay traidor también! ¡Cómo me gustan a mí las comedias en que hay traidor!
DON ELEUTERIO.-  Pues, como digo, el visir está loco de amores por ella; el senescal, que es hombre de bien si los hay, no las tiene todas consigo, porque sabe que el conde anda tras de quitarle el empleo y continuamente lleva chismes al emperador contra él; de modo que como cada uno de estos tres personajes está ocupado en un asunto, habla de ello y no hay cosa más natural.  (Saca la comedia y lee.) 
Y en tanto que mis recelos...
Y mientras mis esperanzas...
Y hasta que mis...
  ¡Ah!, señor don Hermógenes. A qué buena ocasión llega usted.  (Guarda la comedia, encaminándose a DON HERMÓGENES, que sale por la puerta del foro.) 

IV.                TEMAS DEL NEOCLASICISMO

El neoclasicismo tuvo mucha importancia en América, cuando la independencia cobraba fuerzas. Los temas que predominaban en aquella poesía neoclásica eran los elementos educativos, ideológicos; también refleja actitudes políticas como el culto que se tenían por las armas y el sentimiento de libertad que se dividía en ideas liberales de lucha contra la tiranía y la intolerancia. Todo esto se vio expresado en la poesía neoclásica y la poesía gauchesca El tema que me llamo la atención y el cual explicare es sobre como era aquel pensamiento liberal que tenia cada uno: El liberalismo era una doctrina política que se oponía al yugo arbitrario del poder absoluto y le daba por decirlo poder a la razón,también se le podía llamar neo-liberalismo que originalmente era una filosofía económica que trataban de encontrar un camino para acabar con todos los conflictos que tenían debido a que se querían liberar de los españoles.
La poesia neoclasicismo se distinguió principalmente por su lírica de contenido ligero con temas como el amor, mitología, el renacimiento de la fabula, el epigrama y otras composiciones festivas y moralizantes.
SU PRINCIPAL CARACTERÍSTICA ES LA BELLEZA FRÍA Y SIN ALMA. 

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